En primer lugar, ¿sabes quiénes eran Cosme y Damián y por qué tienen un día conmemorativo en el año?
Si no, continúa en este post que te contaremos un poco más de la historia que tienen.
Cosme y Damián eran dos hermanos gemelos, nacidos alrededor del año 260 d.C, en la ciudad de Egeo, que se encuentra en Arabia.
Los hermanos eran bien conocidos por proporcionar asistencia médica a los animales y a los pobres de forma gratuita, porque tenían el don de la curación y la medicina.
En este sentido, actualmente se consideran los santos que protegen a médicos, enfermeras y farmacéuticos.
Además, umbanda ofrece fiestas repartiendo dulces y orixás infantiles a todas las personas.
Los hermanos Cosme y Damián también se convirtieron en los guardianes de los niños, siendo en ambas religiones también guardianes de hermanos gemelos.
Así pues el país se caracteriza por el sincretismo religioso, especialmente influenciado por el catolicismo, las regiones de matriz africana y también las tradiciones indígenas.
Así, el día de Cosme y Damián se celebra el 26 de septiembre para los católicos. Y en 27 de septiembre para los umbandistas y candomblecistas.
Historia de los hermanos Cosme y Damián en el catolicismo
Su madre Theodata les habría enseñado todo acerca de Jesucristo.
En este sentido la devoción se convirtió en la prioridad de la vida de los hermanos gemelos.
De joven, fueron a estudiar a Siria, allí se especializaron en medicina y ciencia, áreas que actuaron con éxito.
De esta manera, decidieron usar sus enseñanzas sobre Jesús a través de sus habilidades médicas para ayudar a otras personas y animales sin costo alguno.
Sin embargo, el emperador romano Diocleciano estaba persiguiendo a todos los cristianos.
En ese momento, por lo que los hermanos fueron arrestados, acusados de predicar una religión prohibida y hechicería.
Como castigo, recibieron la pena de muerte por lapidación y flechas, pero no murieron.
El Emperador ordenó entonces que fueran quemados en la plaza pública, para luego ahogarlos una vez más, ambos eventos sin éxito.
Finalmente, el Emperador decidió decapitarlo.
Por esta razón, los jóvenes médicos y pacientes los enterraron como agradecimiento por las curaciones y por morir siendo testigos de su fe en Jesucristo.
Años más tarde, sus restos mortales fueron trasladados a Roma, en la Basílica del Foro donde se encuentra hasta hoy.